miércoles, 19 de agosto de 2015

A farewell to Lisbon

Decía uno de los grandes, cuyo nombre no recuerdo en este instante, que si se ha de escribir sobre una ciudad, ha de escribirse cuando se está lejos de ella y razón no le faltaba. A un mes de volver de Lisboa, es ahora cuando comienza a notarse los grandes cambios, que no han sido pocos, que esa magnífica ciudad me ha aportado. También, cuando más en falta la echas. 

Hace dos años y un par de semanas que volví de Alemania, de mi querida Heidelberg, y la sensación de abandonar una ciudad que te ha hecho feliz, tal vez para no volver a vivir en ella de nuevo jamás, no es más fácil, aunque sí algo más llevadero. 


Los últimos meses en la capital portuguesa fueron igual de geniales que los primero, pero más relajados, ya que la mayoría de los amigos con los que iniciamos esta etapa habían vuelto a sus casas. Aún así, muchos de ellos volvieron a visitarnos durante unos días.




Y como siempre he dicho, Lisboa ha sido una ciudad que nos ha ido sorprendiendo durante todo el año, miles de sitios y lugares que conocer hasta el final y, seguramente, alguno habrá quedado en el tintero. Sin embargo, no por ello dejamos de conocer la ciudad hasta el último día.

Lisboa se caracteriza por los múltiples miradores que tiene repartidos por sus siete colinas. El preferido por la mayoría de aquellos que visitan la ciudad es del mirador de Senhora do Monte, en la imagen que abre el post, ya que al ser el más elevado, y si no el más, uno de ellos, de toda la ciudad que permite ver desde el barrio de Alfama, el más portugués de la ciudad, hasta Alcántara, pasando por rua Augusta, praça de Comercio, Rossio o Martin Monitz. Personalmente, a mí también es el que más me gusta, porque ofrece la imagen más completa de la ciudad. 


El resto, el mirador del castillo, o castelo da saudades, como lo llama Conceiçao Ribeiro en su fado, ofrece otras vistas maravillosas de la ciudad. 

 
Y bajando del castillo, el barrio de Alfama, el más típico de Lisboa, o al menos eso creo yo, con fado como banda sonora. 



Bajo mi punto de vista, el resto de miradores no son tan espectaculares como estos dos, pero no por ello merecen menos la pena. El mirador de Santa Justa ofrece vistas del Monasterio de Carmo, que me encanta, y el mirador del parque de Edurado VII ofrece una panorámica de la ciudad vista desde lo alto de Avenida Liberdade hasta llegar al Tajo.

Además, en praça de Comercio se encuentra el mirador del Arco de Triunfo, que mira hacia el Alfama por un lado y hacia Cais de Sodré y Alcántara por el otro. 


Además, en Lisboa, al ser capital, el tiempo libre siempre está ocupado. Gracias al buen tiempo, desde abril o incluso ya en marzo, se puede ir a la playa. También, en Lisboa tienen lugar numerosos festivales durante la primavera y el verano, desde los festivales de Jazz que se realizan cada domingo en distintos sitios de la ciudad, hasta los famosos Nós Alive o Super Bock Super Rock, que no tienen ningún desperdicio, y menos aún si te gusta el estilo de música de los artistas que llevan. 



Este año, pudimos asistir a la celebración de la victoria del Benfica, frente ao Porto, en Marqués de Pombal, aunque, para algunos, el fútbol no sea nuestra gran pasión. Además, en estos meses los planes con amigos no han faltado en ningún momento, ya hayan sido comidas, tardes de playa o algún que otro viajecito. 


Viaje exprés a conocer el punto más occidental de Europa

 

Marques de Pombal teñida de rojo
Pero todo lo bueno tiene que acabar y, al igual que acabó Heidelberg, Lisboa también tuvo que acabar. De no ser por la duración de un año que tienen las Erasmus, ni estas se aprovecharían tanto, ni serían tan intensas ni significarían tanto. La despedida fue dura, como todas las despedidas, pero eso demuestra lo que la ciudad significa para todos.

A pesar de ello, recientemente hemos tenido la oportunidad de reencontrarnos en Málaga algunos de nosotros, con alguna que otra baja importante. Y también, casualmente, estuve con los primeros Heidelbergers, aquellos con los que aprendí a vivir en el extranjero y que siguen estando ahí, al igual que ocurrirá a partir de ahora con los Lisboetas, aunque tardemos en encontrarnos y cada uno tome derroteros diferentes. 


 
                                                              T H E      E N D